Un día, la Muerte se sintió sola y pensó que tal vez, si tenía un bonito huipil, podría hacer amigos. Lloraba su pena cuando se topó con una pequeña niña tzotzil que le enseñó a tejer. Pero le trajo una lección aún más importante: en este mundo no hay manera de estar solos.
Un huipil para la Muerte
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Esmeralda Ríos.